Esta absurda correlación entre alfabetización y extinción promueve juguetonamente la cultura de la lectura al tiempo que pone de manifiesto cómo la gente crea falsas relaciones causales. Los dinosaurios dominaron la Tierra durante 165 millones de años sin libros, lo que los convierte en seres increíblemente exitosos se mire por donde se mire. El chiste revela nuestro prejuicio humano de que las búsquedas intelectuales son inherentemente superiores a todas las demás formas de existencia y supervivencia.

Diógenes se paseaba por Atenas con una linterna a plena luz del día afirmando que buscaba a un hombre honesto, pero nunca lo encontró. Su filosofía cínica rechazaba las convenciones sociales y exponía la hipocresía humana a través de una honestidad radical. La linterna se convirtió en un símbolo de la búsqueda de la verdad en un mundo lleno de fingimiento, corrupción y autoengaño que, de algún modo, se siente aún más relevante hoy en día.

La vida moderna parece cada vez más artificial: alimentación algorítmica, realidad fabricada, interacciones digitales que sustituyen a la conexión humana. Tanto si estamos en una simulación informática como si vivimos como si lo estuviéramos, el temor existencial es idéntico. Es hora de salir del programa y tocar hierba.

Epicuro fundó una comunidad filosófica llamada "El Jardín", donde los amigos se reunían para buscar placeres sencillos y el discurso intelectual lejos del caos político. La verdadera felicidad proviene de la amistad, la filosofía y el cultivo de la paz interior, no del estatus ni de los excesos materiales. El ajetreo interminable de la vida moderna no tiene nada que ver con él: el verdadero placer es liberarse de la ansiedad, no acumular más stuff.

Las crisis existenciales no son contratiempos temporales, sino estados permanentes de cuestionamiento del sentido, el propósito y la realidad. La pertenencia al club se convierte en vitalicia porque una vez que empiezas a examinar lo absurdo de la existencia, en realidad nunca dejas de hacerlo. La vida moderna proporciona un sinfín de desencadenantes para el pavor existencial al tiempo que no ofrece respuestas significativas a las preguntas fundamentales sobre por qué existimos.

La demostración perfecta de cómo funciona el pensamiento conspirativo: rechazar montañas de pruebas en favor de teorías elaboradas que requieren más fe que la explicación original. La Tierra plana revela nuestro sesgo cognitivo hacia sentirnos especiales en lugar de aceptar que somos diminutas motas en una roca giratoria que se precipita por el espacio.